Esta carta es para ti,
ciudadano(a) de cualquier lugar:
"Te brindo lo mejor
de mi", y no lo estoy diciendo como un reclamo, sino como una afirmación.
En mis bellezas te
complaces, te recreas o me admiras. Quizás muchas veces observándome con
atención, te has preguntado quién me creó. (¿Quién es el autor de tanta
belleza?).
Para relacionarme
contigo fui creada: por eso calmo tu sed, perfumo tus días, y espléndida te
brindaré el fruto más deseado. Siempre puedo sorprenderte con algún detalle,
pues aunque mi presencia es milenaria, me renuevo en cada amanecer.
El frescor de la brisa,
el dulce sonido de un ave, el burbujear del agua cristalina, el botón recién
abierto de una flor, todos vibran por ti.
Es verdad que a veces
soy indómita, algunos me tildan de implacable, pero mi fuerza o mi rugir es
sólo parte del ciclo eterno del misterio que entraño.
Toda soy para ti, ¿qué
me has pedido, que no te haya dado?
Lo único que anhelo, si
mi voz pudieras escuchar, es tu gratitud. Pues un corazón agradecido cuida su
tesoro más preciado.
Todas tus riquezas
materiales y espirituales vienen de mi, qué dicha sino no lo olvidaras.
Aunque soy realidad
tangible, soy tan sólo un reflejo de tu inmensidad…
Por eso mi susurro es
ineludible: “No alteres mi equilibrio, porque al dañarme, te dañas a ti mismo”.
La
naturaleza.
De: Elizabeth
(Novel Escritora)
De: Elizabeth
(Novel Escritora)